Esta semana hemos podido asistir a las VII Jornadas Complutenses de Arte Medieval celebradas en Madrid. El hilo argumental este año ha sido las artes suntuarias en la Edad Media hispánica, de ahí que la organización eligiera un nombre tan evocador y sugerente: Splendor.
A lo largo de tres días hemos podido disfrutar de ponencias y comunicaciones que nos han ilustrado en las artes suntuarias medievales. Metales, tejidos, marfiles, cerámica, etc. han captado nuestra atención en discursos que iban desde el análisis puramente histórico a cuestiones más técnicas. El esquema de las jornadas planteado en tres grupos temáticos presentaba una acertada distribución: contexto, materialidad, coleccionismo y museología.
Nuestro interés, centrado en los metales, se vio satisfecho por la mayoría de los ponentes que partiendo del estudio de fuentes, unas veces documentales y otras analíticas, se introdujeron muchas veces en cuestiones materiales y prácticas, absolutamente necesarias para una mejor comprensión de las obras que nos han llegado.
El objeto artístico entendido como elemento de distinción, al punto que determinados objetos adquieren un nombre propio que define su exclusividad; la aplicación de valores artísticos en la elaboración de objetos de uso científico, como los astrolabios hispánicos; el análisis como conjunto de piezas separadas en diversos museos; o el análisis de los tejidos, sus técnicas y materiales, nos enriquecieron y abrieron intercambios de ideas, siendo este aspecto uno de los objetivos de las jornadas.
Nos gustaría destacar las cuestiones abordadas en relación con la exhibición de la obra de arte, tanto en cuanto a la forma de exponer los objetos, como la propia organización de los museos y la manera en que éstos pueden relacionarse con el público potencial.
Precisamente si algo se puso de relieve en estas jornadas, es la absoluta necesidad de una mayor interrelación entre los diferentes estudios (históricos, materiales, y relativos a su conservación y exposición) de los objetos artísticos que han llegado a nosotros, para superar esas lagunas que inevitablemente afectan a todos, de forma que conjuntamente, seamos capaces de involucrar al público -especializado o no-, en un patrimonio que no pertenece sólo a historiadores, museos o conservadores, sino que es de todos y cada uno de nosotros.