El empleo de toda clase de metales en el diseño y creación de orfebrería es un hecho. No cabe duda que la cuestión económica es una de las principales motivaciones: nuevos materiales, nuevos conceptos, nuevos mercados. Pero, ¿por qué algunos orfebres perseveran en el uso de los llamados metales preciosos?
Desde sus orígenes el hombre descubrió y aplicó la ornamentación desde el punto de vista material y simbólico. Más allá de las características físicas, usó la ornamentación como forma de distinguir y jerarquizar y es este aspecto simbólico el que ocupa esta disertación.
A lo largo de la historia se identificaron determinados materiales con cualidades o valores derivados de las características físicas del material. En el caso del oro, su pureza, su maleabilidad, su resistencia, su brillo y su inalterabilidad provocaron que se asociara fácilmente a los ideales de pureza, de iluminación, y eternidad.
Independientemente de su valor crematístico, en nuestro ámbito, los objetos de oro o dorados siempre fueron empleados con carácter ritual. La ornamentación contribuye al misterio pero rara vez se hace hincapié en que utilizando metales nobles se contribuye a la perdurabilidad. Pensamos por ejemplo en vasos sagrados, de oro o plata dorada, que tras su uso a lo largo de los siglos con el debido cuidado llegan a nosotros en perfectas condiciones de conservación.
A partir de época industrial y más concretamente en época post conciliar se han creado vasos sagrados en los más variados materiales, en ocasiones en metales preciosos, otras veces en cobre, peltre, incluso hierro y acero. Pero si algo hemos aprendido en las últimas décadas, es que todos aquellos cálices no realizados al menos en plata dorada han tenido una corta vida debido a las cualidades del material empleado en su fabricación.
Los cálices realizados con copa de latón, cobre o acero son soluciones económicas que no perduran en el tiempo debido a la naturaleza de sus materiales. No es de extrañar que la tradición litúrgica expresada en el misal romano, recomiende el uso de metales nobles, no sólo por su significación simbólica, sino también por su funcionalidad y su durabilidad, haciendo referencia a la degradación de ciertos metales.
En el plano simbólico, se emplean los metales preciosos para aquellos objetos que tienen contacto directo con los elementos eucarístcos, máximo referente de los cristianos: el pan y el vino convertidos en cuerpo y sangre de Cristo. De ahí la recomendación de realizar cálices, patenas, copones, portaviáticos, custodias (al menos, el araceli) en metales nobles.
La tendencia en la orfebrería a la utilización de metales más económicos, encuentra sentido en determinadas piezas; para la creación de algunos objetos litúrgicos, los metales nobles garantizarán su perduración material a lo largo del tiempo.